Recordé por qué estamos aquí

No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que el recién celebrado Congreso Fundacional de Izquierda Española estaba acompañado por los acordes melancólicos de una canción de Sabina. Cansancio, bloqueo mediático, dificultades para desarrollar una labor política debido a la dispersión de la militancia, ausencia institucional y, sobre todo una situación económica precaria. Y eso siendo generosos con el término «precaria».

La sensación de incertidumbre era abrumadora, y muchos de nosotros habíamos perdido ya la fuerza y la ilusión para transitar este desierto que tenemos por delante y que, pese a todo, hay que recorrer. Sin embargo, el desenlace fue muy distinto. Entramos entonando los versos de Calle Melancolía y salimos potentes con los guitarrazos de nuestro himno, La Libertad, magnífica pieza de Sabino Méndez, interpretada por el bueno de Javier Pulido —militante de Izquierda Española— más conocido como el Padre de Canet.

De viajar como quien cabalga una yegua sombría, pasamos a recordar que lo importante es que nadie sea más que nadie, y que el odio quede atrás.

Este vertiginoso tránsito de un estado de ánimo a otro puede deberse a muchos factores, pero estoy convencida de que uno sobresale por encima del resto: recordamos por qué estamos aquí.

Desde que el 28 de diciembre de 2023 el Registro de Partidos nos diera su bendición, pasando por nuestra puesta de largo en prensa el 2 de enero de 2025 y el primer acto pocos días después en el incomparable marco de la Biblioteca Jovellanos de Gijón, hasta la celebración del Congreso a principios de junio, han pasado muchas cosas. Algunas buenas, otras no tanto. Pero algo ha quedado meridianamente claro: con nuestras luces y nuestras sombras, somos un proyecto útil y necesario para las trabajadoras y los trabajadores de este país. De eso no hay duda.

Bastan unos pocos datos, sin entrar en grandes tesis político-ideológicas, que a mí me sublevan para demostrarlo: la desigualdad material de los trabajadores (la lucha de clases de toda la vida), la siniestralidad laboral y el derroche del dinero público.

A comienzos de año visitamos las instalaciones del colectivo Mar de Niebla, en el barrio de La Calzada (Gijón). Una entidad sin ánimo de lucro con más de veinte años de vida que atiende a 7.000 personas con escasos recursos. Nació para ofrecer oportunidades laborales a los chavales del barrio sin horizonte alguno. Hoy sigue cumpliendo una labor imprescindible: desde el análisis y la gestión de las necesidades de las familias trabajadoras, hasta la creación de espacios de encuentro y convivencia, especialmente para los más jóvenes.

¿Y qué hacen el Ayuntamiento y el Principado mientras tanto? Mirar hacia otro lado. Atender mal —cuando no ignorar— a estos colectivos sociales, incumpliendo su función como administraciones públicas, delegando esa responsabilidad en entidades como Mar de Niebla. Eso sí: que no falte la llingua. Mientras se desatiende a los trabajadores y se hace dejación absoluta de funciones, la alcaldesa proclama que el Plan de Normalización Lingüística —así han llamado al chiringuito— es una prioridad de “interés general”. ¿Acaso no lo es que los niños puedan acceder a actividades extraescolares, que los jóvenes tengan oportunidades laborales o que existan espacios públicos de convivencia?

Y este problema no se limita a Asturias. Aquí mismo, en Morata de Tajuña (Madrid), donde resido, el Partido Popular decidió eliminar la oficina de inclusión de la Asociación Kankunapa, un proyecto similar al de Mar de Niebla, que atendía a más de cien niños y niñas del municipio. Ese número, aunque pequeño en apariencia, representa un porcentaje considerable en una población de apenas 8.000 habitantes. Hoy esas familias han quedado huérfanas. ¿En qué se gasta el dinero aquí? En banderas y fiestas. Gasto social, no. Lo importante es “mantener las tradiciones”.

Que el Gobierno de Sánchez no esté implementando políticas públicas serias —nada de cambalaches— para frenar la sangrante siniestralidad laboral, es indecente. Solo entre mayo de 2024 y abril de 2025, 643 personas han muerto en su puesto de trabajo. 643 familias han perdido a un ser querido, en la mayoría de los casos por la falta de medidas de seguridad. Son asesinatos, sin más. No podemos permitir que el que se autodenomina “el gobierno más progresista de la historia” sostenga ese apelativo con 643 muertos sobre la mesa.

Tal vez también seamos necesarios para cuestionar ese “progresismo”.

Otra cuestión que me subleva es el despilfarro del dinero público. Su uso espurio y deleznable para autobombo, como ocurre en Castilla y León. El gobierno de Mañueco (PP) ha destinado 23 millones de euros, en apenas dos años, a una televisión privada cuya única misión es elogiar al gobierno y silenciar a parte de la oposición, como le ocurre al procurador Paco Igea.

Por todas estas razones —y muchas más— debemos seguir trabajando por un proyecto como el de Izquierda Española.

Pero apostar hoy por Izquierda Española no es fácil. Es una misión arriesgada, que requiere implicación, arrojo, idealismo y, sobre todo —ahora más que nunca—, paciencia. Nuestra vida como partido no se parece en nada a la de los que están en las instituciones. Por muchas razones, pero sobre todo una: la total ausencia de financiación pública.

Como explicó Guillermo del Valle en su informe de gestión al Congreso, durante la última campaña electoral de las europeas, Izquierda Española gastó unos 30.000 euros. Con lo que el PP, el PSOE, el PNV o SUMAR se gastan en un solo acto, nosotros hicimos una campaña entera. Recorrimos España, desde Ripoll hasta Cádiz, desde Andoain hasta Valencia. Solo con el dinero de nuestra afiliación.

Esta situación, sumada al apagón mediático al que estamos sometidos, convierte la militancia en Izquierda Española en un acto casi heroico. De ahí la necesidad de paciencia y perseverancia.

Somos útiles. Somos necesarios. Por eso no podemos rendirnos: tenemos que crecer. Debemos conseguir que en todos los rincones del país haya personas dispuestas a defender algo tan sencillo, y a la vez tan complejo en estos tiempos: la igualdad entre todos los españoles. Un país donde todos tengamos los mismos derechos y oportunidades. Un país donde el tiempo de espera para ver a tu médico no dependa de tu código postal.

Salimos del Congreso más fuertes. Con más ilusión. Con más ganas. Con los deberes claros: que se conozcan nuestras ideas.

Salimos más fuertes, sobre todo, porque recordamos por qué estamos aquí.

David Velilla

Mente inquieta. Técnico de gestión y soporte de aplicaciones de gestión tributaria. Ex Concejal de Hacienda del Ayuntamiento de Morata de Tajuña y apasionado por la Administración Local. Más de 20 años trabajando por hacer un país más justo desde distintos ámbitos, desde lo político a lo social pasando por la Cultura. Apasionado de la fotografía. Miembro de la Comisión Ejecutiva Nacional de Izquierda Española

1 comment on “Recordé por qué estamos aquí
  1. Buenas tardes, ante el apagón mediático y ante las dificultades económicas, hay que apelar a los afiliados, voluntarios, hasta la última persona que forme parte de este proyecto. Creo que un partido sin mancha, sin deudas o compromisos con empresas, bancos, sin ser rehenes del capital debe seguir así y para eso sólo queda el capital humano. Cualquier otro con presencia en las instituciones o es parte de la corrupción o es cómplice con su silencio.

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