Necesitamos un Estado fuerte en este contexto de capitalismo financiero, de casino, desregulado y especulativo. Cualquier dinámica que debilite a España, es garantía de pérdida del escaso poder actual de las clases populares. Décadas de involución y retroceso de la soberanía de los Estados y de desmantelamiento acelerado de los Estados sociales, han provocado una merma en nuestra capacidad de intervención, tanto para solucionar nuestros problemas internos, como para impedir las imposiciones externas de países más fuertes. Cuanto más grande es un Estado, más soberanía ostenta, y por tanto más libres son sus ciudadanos.
España necesita recobrar su soberanía productiva y poner el acento político en la producción y en su subordinación al bien común de los españoles, no a los intereses de las élites financieras transnacionales.
Nuestro modelo productivo tiene que ser sostenible económica y socialmente, y apostar por nuestra soberanía industrial y por una inversión pública decidida en industria, investigación, innovación y desarrollo, escapando del mantra de la devaluación salarial, la terciarización total de nuestra economía y los salarios bajos como eje central de competitividad. Tras la desindustrialización impuesta por Europa, España debe volver a apostar por nacionalizar los sectores estratégicos, y virar nuestra economía, del sector servicios y el turismo, hacia sectores que produzcan alto valor añadido.
España debe mostrar una posición crítica con Maastricht y la actual arquitectura del euro. Desde una óptica racional y socialista el euro sin unión fiscal provoca enormes desequilibrios entre Estados miembros de la UE que no compensan en términos sociales la pérdida de soberanía estatal que sufrimos. Además, nuestra ubicación dentro de la división internacional de trabajo nos lastra enormemente como país: privatización de empresas públicas en pleno apogeo neoliberal, desmantelamiento de la industria nacional, y dependencia excesiva del turismo y del sector servicios.
También es necesario trabajar para lograr la soberanía energética de España. Desmantelar centrales de producción energética y rechazar el aprovechamiento de los recursos naturales en nuestro territorio, para pasar a comprar la energía y materias primas a países vecinos, haciendo depender toda nuestra producción de ellos hasta un punto crítico, no puede ser una opción. La excusa de la transición ecológica y la descarbonización no puede traducirse en una deslocalización de la producción energética, en la pérdida de un tejido industrial relacionado y, en consecuencia, en la pérdida de miles de puestos de trabajo, sobre todo del ámbito rural. Resulta imprescindible compatibilizar el cuidado al medio ambiente con la autosuficiencia energética y productiva, un mundo globalizado y totalmente interdependiente.