Recuperar la cordura
Desde muy joven, mi vida ha estado marcada por la lucha sindical y el compromiso con la clase trabajadora. Criado en una familia obrera, conocí de primera mano las penurias del trabajo desde temprana edad. El idealismo, esa chispa que enciende la esperanza de un mundo más justo, ha sido mi motor para seguir adelante. Sin embargo, hoy me embarga una profunda tristeza al contemplar el rumbo que ha tomado la izquier da en España, una izquierda que, en su deriva, parece haber olvidado sus raíces y su propósito.
En los últimos años, hemos sido testigos de cómo una supuesta izquierda, lejos de combatir las verdaderas causas de la opresión, se ha enredado en alianzas insólitas con fuerzas ultraderechistas que buscan fragmentar el país. Más grave aún, ha abandonado el análisis técnico y materialista que debería guiar su acción. El capitalismo y la injusticia social, males estructurales que continúan asfixiando a nuestra nación, han sido relegados a un segundo plano. En su lugar, se han abrazado tesis que, en su absurda espiritualidad, recuerdan a los emisarios medievales que se creían portadores de la palabra divina. Hoy, esta izquierda parece más interesada en descalificar a quienes no comulgan con ciertos credos dogmáticos que en señalar a los verdaderos responsables de la explotación. En lugar de combatir el esclavismo laboral que persiste en pleno siglo XXI, se dedica a enarbolar causas que, aunque puedan parecer justas e n la superficie, desvían la atención de problemas acuciantes.
Mientras se ensalzan narrativas que otorgan privilegios a unos pocos bajo premisas cuestionables, se ignora a las mujeres que, día tras día, enfrentan el desamparo y la violencia, agravada por leyes como la del “solo sí es sí”, que han liberado a agresores y dejado a las víctimas en la indefensión. Todo esto se nos presenta como un espectáculo bien orquestado, agitado por los medios de comunicación y consumido a la fuerza por una sociedad que, en su mayoría, está sumida en la desesperación. Los trabajos precarios de verano, que maquillan las listas del paro por unos meses, son vendidos como bendiciones otorgadas por un gobierno que se percibe a sí mismo como tocado por una gracia divina. El ego inflado del presidente y su séquito no hace más que agravar esta desconexión con la realidad de la gente.
Frente a este panorama, urge recuperar una izquierda de verdad, un socialismo que una a la sociedad en la lucha contra los privilegios de unos pocos y la explotación de muchos. Una izquierda que no se pierda en debates estériles ni en dogmas vacíos, sino que vuelva a poner el foco en las causas materiales de la desigualdad. España merece un proyecto que le devuelva el honor y la justicia, que combata el capitalismo depredador y que defienda a quienes verdaderamente lo necesitan: las trabajadoras y los trabajadores que sostienen este país con su esfuerzo diario.
Es hora de despertar. La izquierda debe volver a sus raíces, a su esencia materialista y combativa, para construir una España unida, justa y digna. Solo así podremos honrar a quienes, como mi familia y tantas otras, han luchado incansablemente por un futuro mejor.
Buenos días. Totalmente de acuerdo con el artículo. Pondría mucho énfasis en el carácter dogmático que está adquiriendo esta izquierda institucional, acercándose a la extrema izquierda, imposible de distinguir de la extrema derecha, porque ahora se dedican a la censura y a señalar quién expresa discursos de odio y quien no. Mientras, como bien dices, los problemas de la clase trabajadora, los de la sociedad en general quedan en un segundo plano. Lamentable. Sólo queda luchar por cambiar los protagonistas políticos, ya no creo en regeneraciones, creo más en sustituciones. Los partidos políticos que ocupan las instituciones ya no me los creo, demasiadas décadas de decepción.
Gracias.