Apuntes para repensar el modelo sindical en España.

Sin la organización colectiva de los trabajadores, la acción política e institucional deviene en papel mojado y no hay futuro laboral digno posible.

El pasado miércoles 18 de junio, miles de trabajadores del sector del metal de la provincia de Cádiz secundaron la convocatoria de huelga para promover mejoras sustanciales en la revisión del convenio colectivo del sector. Tras varias jornadas de paros, el sindicato mayoritario UGT ha alcanzado un acuerdo con la patronal, criticado pero asumido por CCOO y censurado enérgicamente por sindicatos minoritarios como CGT y la Coordinadora de Trabajadores del Metal. 

En primer lugar, lo principal es lo material, y es una exigencia moral y política mostrar el total apoyo y solidaridad con las justas reivindicaciones de mejoras laborales y salariales, que sustentan la legítima pretensión de madres y padres de darles un futuro mejor a sus familias y a su provincia.

Dicho esto, un análisis estratégico de las escenas de movilizaciones militantes y los entresijos de la competitividad sindical precisa redirigir el foco sobre lo siguiente:

  • No es el primero ni será el último ejemplo de conflicto sindical en el que la actuación de los sindicatos mayoritarios sea criticada. Más allá de la opinión personal sobre si se trata de una vergonzosa claudicación sindical a los intereses de la patronal o no, lo que aflora de fondo es un problema de debilidad sindical
  • La mayoría de trabajadores no se ven representados por las organizaciones sindicales, como muestran las tasas de afiliación cada vez más menguantes. Es un hecho a aceptar, como primer paso para su solución. 
  • Paralelamente, en un modelo de relaciones laborales en España que encomienda a la negociación colectiva el desarrollo y concreción de la regulación de las condiciones de trabajo, los sindicatos mayoritarios cuentan con un poder de negociación legitimado por  su representatividad formal para ello, pero que cada vez en mayor medida no se corresponde con un poder de negociación real, debido a, entre otros motivos, no contar con una paralela representatividad real en el conjunto de los trabajadores que permita recurrir a la fuerza intrínseca de un colectivo organizado de trabajadores en lucha.
  • Como puede advertirse, ambas dinámicas tristemente se retroalimentan: la defensa sindical de los intereses de los trabajadores es cada vez menos activa y eficaz; y los trabajadores, al percibir que los sindicatos no les son útiles, no se ven representados por ellos ni participan activamente en los mismos, lo que afecta a la capacidad de las organizaciones sindicales para desarrollar una acción sindical potente.
  • La percepción de la inutilidad de la acción sindical genera un problema más profundo y transversal en los trabajadores y en la izquierda: se asienta la idea -que determina un comportamiento vital individualista de todos contra todos y sálvese quien pueda- de que la organización colectiva no es un instrumento para la mejora de las condiciones de vida. En definitiva, la amenaza de la paulatina pérdida de conciencia de clase.

El estado actual del sindicalismo en España no es solo fruto de lo anteriormente expuesto, ni mucho menos. Lo que se pretende es examinar el descrédito social del sindicalismo hegemónico (CCOO y UGT) y la menguante combatividad de la acción sindical en España (la última huelga general data de 2012, por las cinco en un país como Francia o más de 15 en Grecia desde esa fecha) como fenómenos, multifactoriales sí, pero interconectados.

Sobre la base de esa interconexión que se vislumbra como una espiral centrípeta de debilidades y amenazas podemos repensar el modelo sindical. Si ante encrucijadas filosóficas el camino es volver a los clásicos, ante la encrucijada sindical la solución comienza por volver al punto de partida, como huelga tras huelga (atención al cliente en H&M Barcelona en 2024, Lozy’s Pharmaceuticals en Lekaroz, Navarra, en 2024; Sevilla Control en 2023, y un largo etcétera) nos enseñan los trabajadores en conflicto: unión colectiva que fortalezca las capacidades y posibilidades de la acción sindical (cajas de resistencia, poder de movilización, etcétera) que redunde recíprocamente en una percepción por parte de los trabajadores de una verdadera representación y defensa de sus intereses por parte de las organizaciones sindicales; y extender la conciencia y la acción sindical a sectores como la hostelería o los cuidados que, causalmente y no casualmente, son de los más precarizados en la actualidad.

La política institucional y legislativa es necesaria y fundamental pues genera el marco jurídico para avanzar en derechos y condiciones de vida, pero se torna estéril y sin impacto real sin una organización social, consciente y colectiva en todos los ámbitos que genere el marco social y cultural para garantizar en la práctica las políticas sociales y de clase y que impulse a los partidos políticos a promoverlas en la esfera legislativa.

La izquierda española, cuya representación oficial chapotea como puede en el fango de la corrupción económica e ideológica, las intrigas cainitas y la sustitución de las ideas y el programa por el espectáculo y los personalismos, está más necesitada que nunca de reflexiones y enseñanzas profundas que devuelvan la brújula sobre el camino correcto a transitar. Desde la humildad de la posición de quien suscribe estas palabras, sírvanse para agitar el mundo de las ideas y tratar la Izquierda Española de transformar el mundo de las realidades, en este caso: la realidad laboral y sindical de nuestro país.

Nadie mejor que los trabajadores del metal de Cádiz para poder valorar si el nuevo convenio es un avance fruto de su movilización sindical y de la fuerza negociadora que esta le ha otorgado al sindicato mayoritario, o es un apuntalamiento de la precariedad laboral con la connivencia del burocratismo sindical. El ejemplo de los trabajadores de Cádiz nos muestra que luchar no es sinónimo de ganar, pero sin lucha no hay victoria posible. Nuestra tarea es aprender de su experiencia en la construcción de un proyecto político que desde una óptica social y progresista dé respuestas de clase a las problemáticas laborales actuales (precariedad, prevención de riesgos laborales, deslocalizaciones productivas) y a las venideras que comienzan a aflorar (inteligencia artificial y robotización, uberización)

3 comments on “Apuntes para repensar el modelo sindical en España.
  1. Es cierto que la afiliación sindical mengua, aún así es mucho más mayor que la afiliación a los partidos políticos.
    En el recuento de las últimas elecciones sindicales, los sindicatos llamados de clase, principalmente CCOO y UGT obtuvieron en conjunto el 70% de los delegados sindicales elegidos. Si ampliamos las organizaciones sindicales CGT, CSI y las distintas plataformas, llega a casi el 90% de los votos recibidos.
    A la hora de repensar el modelo sindical cuidado con las aventuras «sindicales» tipo Somos Sindicalistas de PODEMOS o SOLIDARIDAD de VOX, instrumentos que sí funcionan como correas de transmisión de sus patrocinadores.
    La libertad sindical, así como su independencia y autonomía conseguidas, aún a pesar de las reticencias de las cúpulas de los partidos políticos es algo que debemos cuidar y mimar
    Los sindicatos son la organización primaria de los trabajadores, y como tal deberían ser el lugar donde tomen conciencia tanto de su fuerza como de su clase.

  2. Hola, Jorge,
    Estoy en sintonía con lo que expones el artículo, en el análisis. No tanto con las propuestas. Te quiero hacer críticas constructivas, que creo que pueden complementar lo que dices, ya que «El estado actual del sindicalismo en España no es solo fruto de lo anteriormente expuesto, ni mucho menos.»
    -Me parece inadecuado medir la falta de representatividad de las organizaciones sindicales a través de la tasa de afiliación. Es verdad que lleva tiempo bajando, pero en países como Francia, más combativos históricamente y en la actualidad, como señalas, siempre han sido inferiores las tasas de afiliación a sindicatos que en nuestro país.
    Creo que la falta de representatividad de los sindicatos viene más bien de la mano, paradójicamente, del propio sistema sindical surgido de la Transición. Es desde la consolidación del mismo que lleva perdiendo afiliación y, sobre todo, combatividad.
    Todo lo que tiene que ver con la institucionalización e «imposición» de las elecciones sindicales, elecciòn de representantes y delegación de la voz de las asambleas (de entonces).
    Es esa dinámica, abrazada por los sindicatos mayoritarios, aderezada con el pastel de las subvenciones y la «profesionalización» de los mismos, la que encauzó un sistema de diálogo social por arriba que se aleja de las bases trabajadoras. Creo que hay que buscar ahí su apatía, en la idea misma tan criticada de «sindicalismo de concertación».
    Ello genera una dinámica de separación entre «el sindicato y tú» que hace que se caiga en una idea demandista de las organizaciones. Lo que tmbn explica los problemas que comentas en la percepción de que «la defensa sindical de los intereses de los trabajadores es cada vez menos activa y eficaz» y de que «la organización colectiva no es un instrumento para la mejora de las condiciones de vida.» Al sindicato se va hoy en día a pedir (como una extensión casi de la propia Administración), no tanto a «militar» o a «luchar».

    -Por otro lado, como crítica más de modelo, me parece que la propuesta que planteas de «volver a los clásicos» puede tener matices, sobre todo porque entramos en el terreno de la interpretación historiográfica de lo que fue la praxis del movimiento obrero. ¿Qué es lo clásico? Depende de los referentes y narrativas que se elijan, de la infinidad de experiencias de lucha disponibles.
    Para mí, el camino tiene que ir más de la mano de las trabajadoras autoorganizadas, primero y la lucha institucional y legislativa después, sólo si se ha consolidado previamente una fuerza autónoma y se decide apostar por ese camino. Más allá de las (para mí estructuralmente inservibles) instituciones sindicales tradicionales. El camino lo tiene que marcar la clase trabajadora que se organizó en el sector de la alimentación en Sabiñánigo, o las camareras de piso en Eivissa, al final de la pandemia.
    Todas ellas, por cierto, apoyadas, que no organizadas, por CGT y despreciadas, como tantas veces, por CCOO Y UGT.
    Realmente me da igual las siglas, pero es sintomático que los dos sindicatos mayoritarios estén sistemáticamente ocupados en mantener sus posiciones negociadoras con los empresarios, en el marco del llamado “diálogo social”. De ahí, de ese entramado institucional (pero social, hay que reconocerlo también) les viene la ceguera para con las nuevas realidades de las que hablas.

    Un abrazo, hablamos

  3. Buenos días.
    Para alguien que está en primera línea como yo, les aseguro que este tema me viene como anillo al dedo, y me causa a partes iguales, repulsión y pasión.
    Empecemos por decir que en un país que tuviese bien reglamentadas las relaciones entre patronal y trabajadores, en el que los derechos y deberes estuvieran claramente establecidos y respetados, y en un país en el que los sindicatos fueran realmente independientes, cosas así no pasarían.
    Nunca me interesó el sindicalismo porque nunca conocí un sindicalista honrado. Todos cogían las horas sindicales para hacerse infinidad de puentes, fines de semana largos y trabajar bien poco. Ante cualquier queja, su respuesta siempre era la misma: «el problema lo tienes con la empresa, no conmigo». Claro, ellos están protegidos por una serie de privilegios.
    Ahora bien, cuando ves que tu puesto de trabajo peligra, cuando ves que tus compañeros y compañeras están siendo maltratados, ahí se te presenta la ocasión de actuar y debes hacerlo.
    Al inicio de mi comentario está la clave para todo lo demás. Conclusiones claras, es más fácil entenderse con tu empresa directamente que intentar cambiar un convenio colectivo provincial. Es más fácil arreglar problemas personales, que establecer límites férreos para que nadie sufra lo mismo otra vez. Como se decía más arriba, es más sencillo hacer la guerra por tu cuenta y que se salve quien pueda.
    He llegado a una conclusión muy clara a estas alturas de observar durante décadas el mercado laboral y de actuar durante varios años representando compañeros. La ética y la moralidad personales son lo único que nos mantiene a flote. Cuando ves que los sindicatos se alinean con los políticos, cuando copian sus discursos, los invitan a sus congresos, cuando pasan a ser igual de rehenes del capital, sólo queda aferrarte a las personas que puedan ayudarte dentro del sindicato, nada de siglas, personas. Es lo que pasa con todo. Ya no nos podemos creer a nadie, porque o son culpables o son cómplices.
    A veces, el haber estudiado en un colegio de curas, quieras que no, te ayuda. Siempre recuerdo que se puede pecar de muchas maneras: «de pensamiento, palabra, obra y omisión».

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